domingo, 28 de septiembre de 2008

Los caminos del Señor son inescrutables...

Audrey Buffing, ¿sabe alguien quién és? No creo, no creo que se acuerden de él, es sólo un fragmento fácilmente olvidable de un libro difícilmente eludible para los amantes de la sátira social, como yo.

Era un viejo, un sectagenario, enfermo de VIH, enfermo de la vida y con ganas de morirse ya. Pero la última gloria que le queda és el Novel, un reconocimiento que no se le antoja importante.

Y así comienza su discurso, que habla de un cuento, uno de mis favoritos, de Edgar Allan Poe. La Máscara de la Muerte Roja, un relato exquisito, increíble, y como todos los de ese autor, tiene moraleja.

Algunos ya sabrán de qué trata, por que es muy famoso, así que no voy a hacer un resumen del cuento para no aburrir más si cabe. Sólo la reflexión que inevitablemente desencadena la moraleja de la historia.

La moraleja es que aunque el principe Próspero y sus mejores súbditos intentas esconderse de la muerte, al final, ésta penetra en el castillo con el disfraz más hermoso que han visto. El final llegaría, todos lo sabían de alguna forma, y aún así se veían irremediablemente atraidos hacia la séptima habitación. Escaparon durante un tiempo de la muerte, pero ineludiblemente mueren. Todo el placer, la comida, la bebida, la locura desenfrenada y el aislamiento solo pueden terminar.

Lo escribió Poe hace más de cien años, y sigue siendo tan increiblemente cierto hoy dia como en aquel entonces.

Era un psicótico, y posiblemente estaba loco, pero cuando leo éste cuento siempre me recuerda lo mismo:

Los caminos de las muerte son inescrutables...

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